Página Siete realizó un recorrido por un sector de la urbe alteña y constató la presencia de menores sometidas por tratantes, proxenetas y clientes. No hay control policial y la venta de inhalantes abunda.
Con una botella que contiene clefa y thinner en una mano, y un trozo de lana en la otra para su inhalación, unas 15 adolescentes en situación de calle y víctimas de violencia sexual comercial deambulan por la ciudad de El Alto. Cobran 50 bolivianos por sus servicios sexuales y 80 en caso de que el cliente no quiera utilizar preservativo. 12 de ellas portan el VIH.
Sus tratantes y/o proxenetas resguardan el lugar, en muchos casos portando armas blancas. Recorren las calles sin el menor control policial.
Algunas adolescentes tienen golpes en sus rostros que delatan los abusos físicos a los que también están sometidas a diario.
No se debe llevar ningún objeto de valor para realizar un recorrido por el sector, pese a que apenas son las 19:30 del 3 de octubre.
Alojamientos por doquier, pandillas, peleas encarnizadas, robos, amenazas, prostitución y venta de inhalantes es lo que se encuentra en una noche y hora cualquiera en esta zona de alto riesgo de la urbe alteña. El mismo panorama se repite en las ciudades de Oruro, La Paz y Sucre, entre otras. Una muestra de una sociedad que no tiene ley.
Las edades de las jóvenes oscilan entre 13 y 17 años. María (nombre ficticio), de 14 años, es una de ellas. Está vestida con ropa holgada para esconder sus seis meses de embarazo. Va de la mano de otro adolescente, mareado por los inhalantes, quien no se ha percatado del estado de gestación de su pareja.
No es la única en estado. Otra adolescente del grupo, también en situación de calle y violencia sexual comercial, lleva siete meses de embarazo. Ambas niegan que continúen prestando servicios sexuales.
Esclavitud e inhalantes
Se inicia lo que será el trajinar de Página Siete. Empezamos recorriendo vías donde la basura está acumulada en gran cantidad; los baches en las calles y el intenso olor a orina en las esquinas y paredes de esa pequeña manzana son parte de la escena.
El viento frío y el caótico tráfico vehicular y comercio, a las 19:45, espanta a transeúntes e inclusive a policías.
El ritual de la noche se percibe en cuanto empieza el encendido de radios y la presencia de grupos de menores de edad apostados en algunas esquinas; unos con sus novias -también menores de edad- y otros con los inhalantes listos para la venta.
Para camuflar la movida se han instalado discotecas que funcionan bajo la fachada de alojamientos clandestinos. A pesar de su aspecto insalubre, desde muy temprano se ve cómo ingresan las adolescentes y sus acompañantes. Unas suben con ellos hasta las piezas que sólo pueden ser comparadas con unas carceletas, aunque por ellas se paga más de 10 bolivianos. Otras convierten esos lugares en sus espacios de encuentro para el consumo de bebidas alcohólicas e inhalantes.
Tratantes y proxenetas captan en esos lugares a muchas menores de edad.
Avanzan los minutos y los quioscos de comida comienzan a abrirse. Los ebrios salen de los pequeños bares y las adolescentes se dan cita en el lugar de siempre.
En medio de los grupos de jóvenes que consumen y venden inhalantes, las chicas -drogadas- buscan apoyo en las paredes. Tienen la mirada perdida, pero pareciera, más bien, un rictus de llanto contenido, sin voz, de un grupo de niñas y adolescentes que buscan escapar de esta realidad.
De 15 niñas que este medio observó, 12 son portadoras del VIH de acuerdo con informes establecidos por una institución que realizó un estudio de campo en la zona. Adquirieron la enfermedad en algún momento impreciso y su necesidad de más ingresos las obligó a incrementar la tarifa de su servicio de 50 a 80 bolivianos para aquellos clientes que no usan preservativo.
Los hombres se acercan por decenas. Los proxenetas y/o tratantes vigilan. Son todas de constitución baja y delgada. Se cuidan unas a otras, aunque con ello no evitan que muchos clientes las abusen, física y psicológicamente. "Nos pegan. Son malos”, narra una de ellas. Sus proxenetas rondan el lugar. Su mirada amenazante y algunos empujones dan cuenta de que sospechan que un extraño ingresó a "su territorio”.
El olor a clefa y thinner es intenso mientras se inicia la charla. Aunque la desconfianza se apodera de las niñas y adolescentes, que en su mayoría viven en alojamientos del lugar.
Un contrato sin elección
Disminuir el dolor físico y psicológico. Ésa es una de las razones para el excesivo consumo de inhalantes de las niñas y adolescentes. En el sector los compran a 10 bolivianos en botellas de 100 centímetros cúbicos. Se trata de una mezcla de thinner y clefa.
A las 20:15 se acercan varios hombres. Una mayoría está en estado de ebriedad. Uno de ellos, que apenas se sostiene en pie, le habla al oído a Griselda (nombre ficticio), de 15 años. Ella le responde de igual forma y de pronto el cliente, de unos 40 años, se aleja.
La violencia sexual comercial, tipificada en el artículo 322 del Código Penal, es el delito por el cual una persona paga, en dinero o especie, a un niño, niña o adolescente o a una tercera persona para tener cualquier tipo de actividad sexual, erótica o pornográfica con ese mismo niño, niña o adolescente. Tiene una sanción de ocho a 12 años de cárcel.
Empero, las batidas que se realizan en el sector no han resuelto nada. Las adolescentes y vecinos alegan que las cosas no cambian, y los delincuentes, entre los tratantes, proxenetas y clientes, continúan ejerciendo estas actividades penadas por ley.
Una ruta obligada
Ya cerca de las 21:00, las menores se desplazan a otro sector. Detrás vienen unos jóvenes que son sus compañeros, sus novios y sus propios proxenetas y tratantes.
Cuatro se sientan en una esquina y otras cuatro en la otra, entre ellas la adolescente embarazada.
Como parte de un ritual conocido y habitual, los vehículos comienzan a llegar. Vienen dos a tres hombres en cada auto privado o de servicio público. Parecen conocer perfectamente la actividad de las menores. Ellas los miran. Ellos tocan la bocina. Ofrecen el dinero. Ellas suben y sólo una pequeña mirada de miedo las despide de la calle.
Sus tratantes y/o proxenetas resguardan el lugar, en muchos casos portando armas blancas. Recorren las calles sin el menor control policial.
Algunas adolescentes tienen golpes en sus rostros que delatan los abusos físicos a los que también están sometidas a diario.
No se debe llevar ningún objeto de valor para realizar un recorrido por el sector, pese a que apenas son las 19:30 del 3 de octubre.
Alojamientos por doquier, pandillas, peleas encarnizadas, robos, amenazas, prostitución y venta de inhalantes es lo que se encuentra en una noche y hora cualquiera en esta zona de alto riesgo de la urbe alteña. El mismo panorama se repite en las ciudades de Oruro, La Paz y Sucre, entre otras. Una muestra de una sociedad que no tiene ley.
Las edades de las jóvenes oscilan entre 13 y 17 años. María (nombre ficticio), de 14 años, es una de ellas. Está vestida con ropa holgada para esconder sus seis meses de embarazo. Va de la mano de otro adolescente, mareado por los inhalantes, quien no se ha percatado del estado de gestación de su pareja.
No es la única en estado. Otra adolescente del grupo, también en situación de calle y violencia sexual comercial, lleva siete meses de embarazo. Ambas niegan que continúen prestando servicios sexuales.
Esclavitud e inhalantes
Se inicia lo que será el trajinar de Página Siete. Empezamos recorriendo vías donde la basura está acumulada en gran cantidad; los baches en las calles y el intenso olor a orina en las esquinas y paredes de esa pequeña manzana son parte de la escena.
El viento frío y el caótico tráfico vehicular y comercio, a las 19:45, espanta a transeúntes e inclusive a policías.
El ritual de la noche se percibe en cuanto empieza el encendido de radios y la presencia de grupos de menores de edad apostados en algunas esquinas; unos con sus novias -también menores de edad- y otros con los inhalantes listos para la venta.
Para camuflar la movida se han instalado discotecas que funcionan bajo la fachada de alojamientos clandestinos. A pesar de su aspecto insalubre, desde muy temprano se ve cómo ingresan las adolescentes y sus acompañantes. Unas suben con ellos hasta las piezas que sólo pueden ser comparadas con unas carceletas, aunque por ellas se paga más de 10 bolivianos. Otras convierten esos lugares en sus espacios de encuentro para el consumo de bebidas alcohólicas e inhalantes.
Tratantes y proxenetas captan en esos lugares a muchas menores de edad.
Avanzan los minutos y los quioscos de comida comienzan a abrirse. Los ebrios salen de los pequeños bares y las adolescentes se dan cita en el lugar de siempre.
En medio de los grupos de jóvenes que consumen y venden inhalantes, las chicas -drogadas- buscan apoyo en las paredes. Tienen la mirada perdida, pero pareciera, más bien, un rictus de llanto contenido, sin voz, de un grupo de niñas y adolescentes que buscan escapar de esta realidad.
De 15 niñas que este medio observó, 12 son portadoras del VIH de acuerdo con informes establecidos por una institución que realizó un estudio de campo en la zona. Adquirieron la enfermedad en algún momento impreciso y su necesidad de más ingresos las obligó a incrementar la tarifa de su servicio de 50 a 80 bolivianos para aquellos clientes que no usan preservativo.
Los hombres se acercan por decenas. Los proxenetas y/o tratantes vigilan. Son todas de constitución baja y delgada. Se cuidan unas a otras, aunque con ello no evitan que muchos clientes las abusen, física y psicológicamente. "Nos pegan. Son malos”, narra una de ellas. Sus proxenetas rondan el lugar. Su mirada amenazante y algunos empujones dan cuenta de que sospechan que un extraño ingresó a "su territorio”.
El olor a clefa y thinner es intenso mientras se inicia la charla. Aunque la desconfianza se apodera de las niñas y adolescentes, que en su mayoría viven en alojamientos del lugar.
Un contrato sin elección
Disminuir el dolor físico y psicológico. Ésa es una de las razones para el excesivo consumo de inhalantes de las niñas y adolescentes. En el sector los compran a 10 bolivianos en botellas de 100 centímetros cúbicos. Se trata de una mezcla de thinner y clefa.
A las 20:15 se acercan varios hombres. Una mayoría está en estado de ebriedad. Uno de ellos, que apenas se sostiene en pie, le habla al oído a Griselda (nombre ficticio), de 15 años. Ella le responde de igual forma y de pronto el cliente, de unos 40 años, se aleja.
La violencia sexual comercial, tipificada en el artículo 322 del Código Penal, es el delito por el cual una persona paga, en dinero o especie, a un niño, niña o adolescente o a una tercera persona para tener cualquier tipo de actividad sexual, erótica o pornográfica con ese mismo niño, niña o adolescente. Tiene una sanción de ocho a 12 años de cárcel.
Empero, las batidas que se realizan en el sector no han resuelto nada. Las adolescentes y vecinos alegan que las cosas no cambian, y los delincuentes, entre los tratantes, proxenetas y clientes, continúan ejerciendo estas actividades penadas por ley.
Una ruta obligada
Ya cerca de las 21:00, las menores se desplazan a otro sector. Detrás vienen unos jóvenes que son sus compañeros, sus novios y sus propios proxenetas y tratantes.
Cuatro se sientan en una esquina y otras cuatro en la otra, entre ellas la adolescente embarazada.
Como parte de un ritual conocido y habitual, los vehículos comienzan a llegar. Vienen dos a tres hombres en cada auto privado o de servicio público. Parecen conocer perfectamente la actividad de las menores. Ellas los miran. Ellos tocan la bocina. Ofrecen el dinero. Ellas suben y sólo una pequeña mirada de miedo las despide de la calle.
Este medio se reserva el derecho del resguardo de la identidad de menores, amparado en el artículo 10 de la Ley N° 2026 del Código del Niño, Niña y Adolescente, que establece que "los medios de comunicación cuando publiquen noticias que involucren a niños, niñas o adolescentes, no pueden identificarlos nominal ni gráficamente, ni brindar información que permita su identificación, salvo determinación del juez de la Niñez y Adolescencia, velando en todo caso por el interés superior de los mismos”.
Casos de VIH en Bolivia se incrementan
Registro oficial Hasta el primer semestre de 2013, en Bolivia fueron detectadas 10.420 personas con VIH/sida; y de acuerdo con informes del Ministerio de Salud, el 97% contrajo la enfermedad por transmisión sexual.
Incremento Se registró un incremento de los casos en relación al año pasado. Hasta septiembre de 2012, el reporte nacional fue de 8.815 personas notificados con VIH/sida.
Eje troncal El 89% de los casos registrados en el país corresponde a los departamento de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz.
Población Datos oficiales del Ministerio de Salud establecen que la edad de la población afectada por el VIH/sida oscila entre los 25 y 35 años, aunque la incidencia de casos en personas de entre 14 y 25 años ha ido en incremento en los últimos cinco años.
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