En este año, 22 adolescentes dejaron el colegio porque se aplazaron. Los
especialistas señalan que esto es una consecuencia de la falta de
comunicación y maltrato en el hogar.
La falta de comunicación y las agresiones físicas y
psicológicas en el interior de las familias son las causas fundamentales
para que algunos adolescentes que reprueban el año escolar huyan de sus
hogares. En lo que va del año, la Defensoría de la Niñez y Adolescencia
de El Alto ha registrado 220 casos de abandono de hogar por parte de
adolescentes, de los cuales el 10%, es decir 22, se refieren a menores
de edad que huyeron de sus casas debido a que reprobaron el año escolar.
Para los expertos consultados por La Razón, el
hecho de que existan aplazos, bajo las condiciones actuales, es decir
que los escolares con bajas notas van a cursos de reforzamiento,
significa que hay un “gran problema familiar”. Es un síntoma de que algo
de su entorno está afectando el accionar del adolescente.
Los casos de los estudiantes de entre 12 y 17 años que escapan de su
casa luego de haber obtenido malas notas en el colegio, se presentan
generalmente entre octubre y diciembre, porque es cuando se conocen las
calificaciones finales.
Según los psicólogos, el
hecho de que los adolescentes se aplacen en los primeros meses debe
llamar la atención mucho más. “Generalmente los aplazos se conocen a fin
de año, quiere decir que los estudiantes ponen de su parte para poder
salir adelante, pero no lo logran”, explicó el psicólogo Ariel Ramírez,
de la Fundación Munasim Kullakita.
Para Roberto
Cartagena, profesor de Lenguaje de El Alto, no todos los problemas se
originan en casa, pues también influye el entorno en el que se
desenvuelven los menores, es decir los grupos de amigos de colegio y de
barrio, a los que hay que incluir los familiares cercanos y vecinos.
“Es una cadena. Un muchacho o muchacha, a los que catalogamos de malos,
tienen problemas en casa u otro lugar e influyen en otros, y éstos en
terceros”. La Razón conversó con cuatro adolescentes que huyeron de sus
viviendas tras obtener bajas calificaciones o por problemas de
violencia y desintegración familiar que también derivaron en aplazos.
Magaly conoció a amigas que la impulsaron a integrar una pandilla, en
la que buscó la atención que sus padres no le daban. Pero el costo fue
muy alto, pues allí la maltrataron y violaron. Luego se alejó y sus
padres, en vez de conversar con ella, la golpearon e insultaron. De modo
que sus notas comenzaron a caer y perdió el año.
Otro caso es el de Franklin, quien fue echado de su hogar porque un día
defendió a su madre, quien era golpeada por su padre, como lo hacía
continuamente. Dijo que esa vez pensó que la iba a matar y reaccionó
para defenderla, sin embargo, su padre lo tomó como una ofensa y lo echó
de la casa. Por eso dejó el colegio.
Ana huyó de
su casa cuando supo que estaba aplazada, ya que temía ser golpeada por
su padrastro, pues él era muy agresivo con ella y su madre no la
defendía. Finalmente, La Razón dialogó con Jessica, que huyó de su casa
a los 16 años y medio, y dejó sus estudios debido a que su padre se
tornó violento después de la muerte de su madre. Ella se refugió en casa
de su tío, pero allí fue violada.
Ramírez comenta
que los padres agresivos provocan temor en los adolescentes. “Reaccionan
de manera negativa cuando sus hijos fallan, no conversan sobre posibles
soluciones. Entonces estos chicos piensan que serán maltratados u
ofendidos y eso provoca que huyan de sus casas”. Andrés Lima, psicólogo
en una unidad educativa, advirtió que el resultado final es que se
convierten en menores en situación de calle.
Padres no asumen su culpa
Error
El psicólogo Ariel Ramírez, de la Fundación Munasim Kullakita, afirmó
que los padres de hijos que huyeron de sus casas no entienden que el
problema comenzó en ellos mismos. De lo contrario, éstos culpan a sus
hijos por haber provocado vergüenza y escándalo en la familia. Además
los catalogan de delincuentes y desobedientes.
Ana, 16 años Su mamá le quitó la atención para dársela a su nueva pareja
Ana y su madre vivían solas hasta que ella cumplió 15 años, pero ese
año su progenitora consiguió una nueva pareja sentimental, quien resultó
ser un hombre agresivo que terminó golpeando a la adolescente sin
motivo aparente. “Este año cumplí 16. Estaba yendo al colegio hasta el
primer trimestre, todo era normal, pero mi mamá se conoció con ese señor
que ahora es mi padrastro. Él, cuando se enojaba o llegaba de mal humor
de su trabajo, se desquitaba conmigo o con mi madre”.
“Un día le reclamé a mi mamá sobre esta situación, ya que había que
soportar demasiada violencia en contra nuestra, pero ella no me hizo
caso, también se enojó y me dijo que era irrespetuosa”.
“Creo que esto afectó mucho mi conducta y mi desempeño en el colegio,
pues comencé a bajar mis calificaciones. Por eso me animé a pedir ayuda
en el colegio y le conté todo al director, quien no me negó nada; pese a
ello, mis notas bajaron mucho y perdí el año”.
“Antes de enterarme de que había terminado mal en el colegio, una de mis
amigas me dijo un día que vayamos a tomar, allí conocí a un muchacho
que era muy atento conmigo, frecuentábamos constantemente discotecas y
bares, incluso me quedaba a dormir en algún lugar con él. Entonces había
días en los que ya no iba a clases y me dedicaba a pasear por las
calles”.
“Como sabía que iba a salir aplazada, decidí
escapar de casa porque mi padrastro me iba a golpear. Mi mamá, en vez
de apoyarme, me denunció junto con mi padrastro ante el director. Dijo
que era una borracha y que usaba drogas, pero no hablaron de sus
agresiones”.
Franklin, 17 años. Dejé el colegio para que no sepan la verdad
Franklin, desde sus ocho años, y su madre eran agredidos por su padre,
quien se encontraba permanentemente en estado de ebriedad. “Un día vi
cómo golpeaba a mi madre. Intervine porque pensé que la podía matar, yo
tenía 15 años. Pero eso fue tomado como una insolencia mía y fui
golpeado también. Luego mi papá me echó de la casa y mi mamá, quizás por
temor a más abusos, no dijo nada. A ella no la culpo, es una víctima
más”.
“A pesar de toda esta situación, me iba muy
bien en el colegio, sacaba buenas notas gracias al apoyo que me daba mi
mamá. Pero una vez en la calle, no me quedé atrás y continué en el
colegio porque mi madre me dijo que esto era muy importante”.
“Sin embargo, ya no tenía el apoyo económico de mis padres. Hablé con
el director para que me ayude y me extendió la mano, pero mi papá fue al
colegio a interrumpir mis clases y provocó que no me reciban porque
arguyó que era un vicioso y que me escapé de casa”. “Perdí el año. Dejé
el colegio porque no quería que mis compañeros se den cuenta de lo que
estaba pasando en mi casa, ya que había mucho hostigamiento por parte de
mi padre en ese sentido”.
“Ahora estoy viviendo en
la calle, pero mi madre me inculcó valores que no voy a dejar, seguiré
trabajando y trataré de salir adelante. Quiero terminar el colegio y
tener una profesión con la que me pueda defender en la vida, que es
injusta porque hay gente injusta. Voceo en los minibuses y no me da
vergüenza”.
Magaly, 16 años. Integré una pandilla en la que me violaron; les dije a mis padres, pero me culparon
A Magaly le hacía falta la atención y comunicación de sus padres, y
buscó esto en otros lugares en los que resultó muy afectada. “No voy a
negar que mis papás me daban muchas cosas, me compraban lo que yo quería
o necesitaba, pero había días en los que quería conversar sobre
problemas, cosas que me pasaban en el colegio y en el barrio, pero nunca
tuvieron tiempo para sentarse y hablar de ello. Llegaban del trabajo y
se dormían”. “Una amiga me llevó para que sea parte de un grupo. En un
inicio, me pareció muy divertido y al ser nueva me prestaban mucha
atención, me hablaban de muchas cosas y se interesaban en mí o por lo
menos eso parecía”.
“Pero un día pasó algo terrible,
me violaron. Es difícil decirlo (hay silencio por uno segundos, llora y
continúa), si tengo el valor de decirlo ahora es porque no quiero que
otras mujeres pasen esto y que exista más comunicación en la casa”.
“Les avisé a mis papás de lo sucedido y me culparon, de paso me
golpearon. Fueron al colegio e hicieron un lío grande. Ya no quería ir
al colegio, pues mi amiga me amenazó de muerte por haberle avisado a mis
papás de lo sucedido”. “Dejé de ir al colegio y me aplacé, pero aun con
esta experiencia mis padres ahora no hablan mucho conmigo”.
Jessica 21 años. Asumí el rol de mi madre y dejé de ir a clases para ayudar a mis tres hermanos
Desde sus 15 años, Jessica tuvo que velar por sus tres hermanos menores
porque murió su mamá. Luego dejó el colegio por el peso de la
responsabilidad y por las agresiones de su padre. “Creo que hasta mis
14 años la vida nos ha sonreído. Mi papá era muy bueno, mi mamá estaba
siempre con nosotros en las buenas y en las malas, pero cuando yo tenía
15 años ella murió, ahí empezó el cambio”.
“Mi papá
comenzó a tomar seguido, se convirtió en una persona agresiva y nos
pegaba. Mientras, yo tuve que asumir el rol de mi mamá frente a mis
hermanos, tengo tres que aún están yendo al colegio”.
“Las agresiones en casa cada vez eran más violentas, por lo que pedimos
ayuda a uno de mis tíos, quien nos recibió amablemente, cuando tenía 16
y medio”. “Al principio parecía que entendía nuestra situación, pero ya
después fui descubriendo cuáles eran sus intenciones; mi tío me violó y
me dijo que me queje a mi papá, sabiendo que a él no le interesaba”.
“Esto me afectó mucho. Descuidé a mis hermanos porque me fui de esa
casa queriendo escapar de todo. Tenía miedo de mi tío”. “Ahora estoy
embarazada de cinco meses producto de otra violación”. “Nunca debí dejar
el colegio, creo que allí pude haber aprendido más cosas que podrían
haberme ayudado. Voy a rescatar a mis hermanos de un hogar transitorio”.
Publicado por La Razón